Como muchas otras mañanas llegaba a su oficina entre 9:30 y 10:00, y escuchaba referir a la cantidad de tubos y a las marcas causantes de su retraso.
“Se lo habrá regalado el Secretario”, “los habrá tomado en lo del sindicalista”, especulaban las lenguas tan impiadosas como algunas “decisiones” de gestión.-
Pocos en realidad saben que el funcionario tiene dificultad para conciliar el sueño, y cierto pánico a la noche que asocia con el ocaso de su gestión. Siente que perdió la magia que a mediados de los ochenta hizo creer a muchos que se trataba de un dirigente distinto.
Se siente acorralado, como un rehén de las disputas entre uno de sus Secretarios y el Sindicalista. Resuena en sus oídos la frase de Al Pacino en el Abogado del Diablo: “Estamos negociando, siempre”. Pero él no esta ejerciendo la profesión, sino gestionando. Siente que siempre negocia para abajo, que camina de espaldas, cediendo, condenado a que el futuro próximo repita el pasado reciente.
El Secretario y el Sindicalista siempre disputan, siempre tensan y siempre negocian. Los dos son implacables con la billetera y con el garrote, aunque uno se exhiba con sólo una de las armas y el otro con las dos. Siempre avanzan, y el y los suyos retroceden.
Repasa una a una las cosas que avergonzarían a aquel joven y entrada la mañana por fin se duerme.
Solo un rato después lo despierta la radio. La voz del Pelado Cordera le dice que el tiempo no para, y piensa que su gestión no tiene fechas para recordar, que las ratas están demasiado cerca, y que a diferencia de la canción el esta derrotado, porque hace rato que no se la juega, y el ocaso lo encuentra sin fuerzas e imposibilitado de mirar el sol. Su problema no es de que lo tildan, sino lo que permite.
Como toda segunda mitad de gestión siente que los minutos, las horas y los días pasan de a par. La jornada una vez más se le escurre de las manos. Por la ventana de su despacho observa un grupo de chicos con una viola despuntando Sueños de Bersuit. Nosotros, piensa en plural, ya no tenemos sueños, sólo pesadillas.-
“Se lo habrá regalado el Secretario”, “los habrá tomado en lo del sindicalista”, especulaban las lenguas tan impiadosas como algunas “decisiones” de gestión.-
Pocos en realidad saben que el funcionario tiene dificultad para conciliar el sueño, y cierto pánico a la noche que asocia con el ocaso de su gestión. Siente que perdió la magia que a mediados de los ochenta hizo creer a muchos que se trataba de un dirigente distinto.
Se siente acorralado, como un rehén de las disputas entre uno de sus Secretarios y el Sindicalista. Resuena en sus oídos la frase de Al Pacino en el Abogado del Diablo: “Estamos negociando, siempre”. Pero él no esta ejerciendo la profesión, sino gestionando. Siente que siempre negocia para abajo, que camina de espaldas, cediendo, condenado a que el futuro próximo repita el pasado reciente.
El Secretario y el Sindicalista siempre disputan, siempre tensan y siempre negocian. Los dos son implacables con la billetera y con el garrote, aunque uno se exhiba con sólo una de las armas y el otro con las dos. Siempre avanzan, y el y los suyos retroceden.
Repasa una a una las cosas que avergonzarían a aquel joven y entrada la mañana por fin se duerme.
Solo un rato después lo despierta la radio. La voz del Pelado Cordera le dice que el tiempo no para, y piensa que su gestión no tiene fechas para recordar, que las ratas están demasiado cerca, y que a diferencia de la canción el esta derrotado, porque hace rato que no se la juega, y el ocaso lo encuentra sin fuerzas e imposibilitado de mirar el sol. Su problema no es de que lo tildan, sino lo que permite.
Como toda segunda mitad de gestión siente que los minutos, las horas y los días pasan de a par. La jornada una vez más se le escurre de las manos. Por la ventana de su despacho observa un grupo de chicos con una viola despuntando Sueños de Bersuit. Nosotros, piensa en plural, ya no tenemos sueños, sólo pesadillas.-
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